Anatomías reedificadas
El arte no es una cosa sino un camino.
Elbert Hubbard
Hace algún tiempo que vengo siguiendo el trabajo de
este joven creador, Carlos Santos; tal vez por un impuLso natural del que
codicia lo que el otro tiene (talento creativo). Es así como, a lo largo de
casi seis años, he tenido oportunidad de apreciar esta novel trayectoria en
desarrollo, percibiendo siempre en su trabajo el interés genuino de quien se
impone a toda adversidad través de la creatividad, supliendo la escolaridad por
un plan personal de aprendizaje.
La obra actual de Carlos Santos es resultado de esa
inquietud que lo ha llevado a explorar distintos medios formales; sin embargo,
todos ellos están vinculados a través de un discurso, que en este caso se
entiende como concepto y forma: el cuerpo.
Cada pieza es en sí, una exploración de la forma del
ser vivo, visto desde una perspectiva inversa, desde lo que no es aparente,
sino interno, los compuestos que conforman a la masa denominada cuerpo y que conocemos
como carne; esa estructura complicada integrada por músculos, piel, tendones,
huesos, ligamentos, nervios, cerebro y médula espinal. Pero su traducción
visual no se trata de reporte fiel a la realidad por pretensiones médicas o
académicas, sino de un trabajo de reinterpretación intuitiva sobre las formas y
sus funciones.
La selección de obra se compone de tres grupos
formales: el dibujo, el bordado y las cajas lumínicas. El dibujo se plantea a
partir de un trabajo de aparente “naturalismo”, en el que a través de las
licencias plásticas crea una realidad o una anatomía simulada de los diversos
órganos; las redes de conducto sanguíneo o venas se extienden más allá de la
propia territorialidad de la hoja de papel y se entrelazan y se tejen para
configurar enzarzadas estructuras; ello realizado mediante en una técnica en
dos planos en la que mezcla el “esfumato” de carbón y grafito con un delicado trabajo
de línea a tinta o lápiz, creando a la vez una forma y una atmósfera.
La necesidad innovadora en su trabajo lo llevó a los
campos expandidos del dibujo, encontrando una forma de sustitución de la línea
a través del hilo, en el que el bordado suple la tarea misma de dibujar, y en
la que la disciplina se reintegra en transgenericidad para hallarse dentro de
más de una categoría artística. Esta labor nos acerca a una faceta íntima que
lo afecta en la parte materna, de quien aprendió a entender este asunto como
una manera de construir sus enlaces para explicar a través de lo doméstico lo
artístico. Sus entrelazadas líneas se abren en la superficie de la tela a
manera de mandalas o diagramas de estudiados equilibrios y simetrías, en los
que los trazos se hacen notorios en diversos niveles visuales.
En este mismo sentido encontramos una cajas de luz en
las que se presentan dibujos translúcidos, y en los que se aprecia la
sustitución de la línea por pequeñas perforaciones, creando las calidades del
trazo a través de los calibres del elemento punzante (aguja), y cuyos rastros dejados
a manera de múltiples perforaciones, son en sí las descargas persistentes de la
idea; creando a través de las líneas formas orgánicas reconocibles o
transmutadas.
Es así como los distintos elementos que conforman la
muestra, nos permiten entender un trabajo que va de lo tradicional a lo
ingenioso, generando una nueva iconografía transferible de un soporte a otro,
dentro de una sólida propuesta que se sostiene en lo conceptual, y la cual se
viste a través de la mixtificación y la articulación combinatoria y de medios
expresivos formales, expandiendo el dibujo a campos impensados.
Rafael Alfonso Pérez y Pérez